OLMI Y EL CINE ITALIANO (Primera parte)
Por Enzo Natta*
La imagen
de apertura que ha comparado a Ermanno Olmi con un río fluctuante, es decir,
con algo que desaparece imprevistamente para reaparecer después, me ha parecido
muy apropiada. He conocido esta sensación no hace mucho tiempo, leyendo un
artículo publicado en un periódico de importante peso específico, y no solo
dicho en un sentido metafórico, visto la cantidad de suplementos que incluía.
“Vaya” me he dicho, “que el río fluctuante reaparece”. Siempre despistando,
Olmi ha reaparecido, nuevamente desaparecido y reaparecido otra vez. Lo había
hecho al principio con un Otello
leído con la mirada puesta en la actualidad, donde el caso de O. J. Simpson, el
campión americano acusado de haber matado a su mujer y protagonista de una fuga
rocambolesca, añadía a la crónica instrumentos clásicos de la cultura como
tragedia shakespeareana; y luego con Il
mestiere delle armi, donde la historia deviene a su vez, a través de la
vivencia de Giovanni dalle Bande Nere, un insólito instrumento de investigación
para explorar la disposición humana. Ninguna maravilla, porque es justamente
sobre la base de estos instrumentos de investigación insólitos que Ermanno Olmi
ha construido su cine.
Su primer
largometraje, Il tempo si è fermato,
rodado en 1959, nace del desarrollo de una idea precedente, y como tal
representa un instrumento de investigación insólito. El precedente era La diga del ghiacciaio, un documental
rodado en 1953. Olmi, entonces, trabajaba en el departamento de Cine de la
Edisonvolta; y el cine industrial, esto es, aquellos documentales producidos
por las grandes empresas para promover sus iniciativas en el sector empresario,
gozaba en aquel período de un momento extremadamente favorable. La diga del ghiacciaio describía el
nacimiento de un dique construido por la Edisonvolta en la montaña del
Adamello. Seis años después, en el núcleo central de aquel documental, Olmi
insertó una historia, la historia relacionada con los guardianes del dique, uno
mayor y otro joven que venía a sustituir a un colega que había sido padre. De
esta manera, el documental sobre el dique y sus guardianes se transforma en un
encuentro entre dos mundos distintos, el encuentro entre el joven y el anciano,
la obligación de la convivencia en aquel aislamiento total, los roces hasta el
momento en que los dos aprenden a conocerse y estimarse recíprocamente. Incluso
aquí, pues, un método de indagación más bien insólito. Un método, de todas
formas, que no representa para nada una novedad si se retrocede a los
documentales anteriores de Ermanno Olmi. Porque a diferencia de los otros
documentales industriales en donde el acento estaba puesto en la maquinaria o
en las grandes construcciones, el interés de Olmi se traslada al hombre, a las
personas que construyen estas enormes instalaciones o que manejan estas
maquinarias. Aquello que le interesa, de hecho, es el hombre y de la
observación del hombre, la atención desciende luego hacia la persona humana y
su conocimiento.
Poco
después de los primeros films de Ermanno Olmi, se comenzó a discutir sobre las
raíces del autor, su origen cultural, sus puntos de referencia y sus modelos.
Indudablemente, el modelo era el documental, con la observación del mundo del
trabajo. Il posto no es más que una visión del universo lavoral: film de una
actualidad desconcertante, visto el extendido fenómeno de la desocupación
juvenil y la caza del puesto fijo, perseguido como una quimera.
Siempre el
mundo del trabajo; siempre métodos de investigación que escapan de los
recorridos acostumbrados. I fidanzati,
con el operario trasladado a Sicilia, que en la distancia recupera una relación
afectiva desgastada hasta el aburrimiento por la rutina. Un certo giorno, basado en el mundo de la publicidad y del cinismo
que inspiran sus habitantes. Durante
l’estate, que de Un certo giorno desarrolla
el concepto base, o sea, cuando el respeto de la dignidad humana es más
importante que el provecho obtenido.